
Esto devería de volver a cambiar de nombre y llamarse diario íntimo de una mujer con desgana, o cambiemos el intimo por patético y el diario por mundito y quedaría mejor retratado "Mundito patético de una mujer con desgana".
Por días como hoy es que me deprimo. Levantarse temprano es asqueroso, más cuando no tengo algo por hacer o mejor dicho, cuando no se tiene ganas de hacer mucho.
Levantarse, caminar como zombie hasta el baño, quedarse alrededor de 10 minutos abandonada en el trono, DORMIDA, como solía hacer cuando iba a la escuela de publicidad. Siempre (porque aquí sí aplica el concepto de invariabilidad) me levantaba y caminaba, aún dormida, hacia el baño y ahí me despertaba después de 15 minutos, hubo veces en las que me despertaba bajo la regadera e incluso, alguna vez más, desperté arriba del camión, rumbo a la escuela. No es cosa rara que a veces me levante dormida, ni que pueda mantener medianamente una conversación, pero ahora, justo ahora que no tenía nada (me refiero al trabajo) por hacer, me levanté muy temprano.
Así que, después de despabilarme, me metí a bañar y volví a meterme en la cama a disfrutar de un libro (La otra historia de México. Juares y Maximiliano, la roca y el ensueño, de Armando Fuentes Aguirre “Catón”) que estoy leyendo lentamente y que, a pesar de tener meses con él, no quiero terminar. Bueno, después de leer algunas páginas, me quedé observando mi recamara y empecé a sentirme incomoda con el orden de las cosas (que raro), para no darle muchas vueltas al asunto me salí a desayunar algo y a checar si había una nota de trabajo para mi y sí, había que surtir un pedido de la bodega y enviarlo hacía el negocio, pero era muy pequeño y tuve el resto de la mañana libre para hace nada.
Cualquier día, aprovecharía para dormir (porque amo dormir en la mañana) pero justo hoy, no tenía sueño y ahí va
Para salirme de la blogósfera y hacer algo más productivo, me puse a cambiar todos los muebles de mi cuarto. Tardé horas en poder mover la cama sin sacar nada y reacomodar las cosas, pero al fin pude encontrar nuevamente respirable mi cuarto. Dice Omar que soy una obsesiva compulsiva, y sí, bueno, sólo a veces.
Con un día tan pinche pinche, lo único que quería hacer por la tarde era salir corriendo lejos de casa, del trabajo, los libros, abandonar el libreto, es más, esconderlo; apagar las bocinas, cerrar los ojos y despejarme de mis achaques de dramaturga chafa. Lo mejor que puede pasar es salir a dar una vuelta o al cine, pero puras porquerías hay en cartelera, snif. Lo peor, no hice nada de eso. Me he quedado escribiendo, leyendo, checando comentarios ácidos de unos malos bloggers, (para distraer al clown que llevo dentro) escuchando a Cerati, extrañando a Omar y comiendo moronga, snif!!
Ana dice que no sabe por qué permito que cierta persona siga en contacto conmigo, aunque sea por el Messenger, y menos aún cómo es que le tolero platicas estúpidas, zumbidos y demás molestias en el Chat. Mi respuesta fue rápida: “La venganza sabe mejor cuando es lenta y dolorosa”. Disfruté al articular cada palabra. El goce en mi rostro era demasiado evidente. Al rato, unas horas más tarde, estaba tirada en la cama viendo un hongo que está saliendo en el techo de mi cuarto, muy meditabundamente (yo, no el hongo) caí en la cuenta de que realmente sí estaba dando una especie de venganza hacia esa persona.
Se supone que soy una persona libre de rencor, que no sé lo que se siente y en realidad así ha sido mi vida, pero una venganza se mueve por rencor, pero disfruto tanto cuando lo hago sentir mal con mis comentarios, cuando lo rechazo. ¡Por Tutatis, me regocijo!
Entonces, ¿Soy rencorosa o es una manera de salvar la integridad de mi ego?
Dice Velasco, yo no sé, pero imagino que algo de cierto hay en ello: “Con tortuosa frecuencia, el amor se alimenta del desdén.”, al final del penúltimo párrafo de su post de hoy. El habla de París, yo hablo del amor a un hombre.
Velasco y yo siempre hemos tenido complicidad, y me refiero a él como figura literaria, a él como escritor. Con su obra, pues, he tejido cordones de empatía. Guardo sus libros en mi armario y hasta hace unos días he descubierto su blog, dentro del boomeran. Me regocija leerle y sobre todo encontrar frases que hagan que se me prenda el foco y con ellas le encuentre explicación a cosas que me pasa y que por lo general me tienen azotada (para variar).
El otro día me dijeron que yo confundía el amor con las ganas de ir al baño. Claro, eso me lo dijo un desdichado al que jamás pude decirle que defecara conmigo. Si me lo hubiera dicho hace años, probablemente me hubiera puesto a pensar que tanta verdad había en aquella afirmación, pero hoy, ¡Por favor! Estoy segura de lo que siento y ahora menos que nunca confundo las circunstancias. Ya no soy una adolescente, aunque en mi imagen para mostrar de MSN Messenger, tenga una foto de Arale o en mi nick ponga estrellas, lunas y combinaciones de colores. Hoy, se que el amor no me está negado y no sólo porque me intereso en alguien, sino porque estoy en un proceso de enamoramiento con el amor mismo, por eso nadie tiene derecho a afirmar disparates del tipo.
Estuve acostumbrada al amor intelectual, a el incondicional, al amor de compañía, al ocasional, al platónico, hasta en el imposible y el para siempre. Una gran cantidad de enamoramientos fatuos y, si acaso, dos amores que me calaron, sólo que uno lo vomité antes de que me enfermara y el otro, el primero, me marcó para siempre. Con ello no quiero decir que en mi queden restos de alguien que ya fue, para nada. En esas relaciones existieron constantes, como la proximidad e inmediatez que llegaba a la obsesión y el aferramiento. Todo eso hacia que viviera periodos de confusión y desorden emocional. Conforme pasó el tiempo aprendí a desechar esas conductas y me aferré a vivir en una soledad, al principio, desolada y después cómoda y placentera.
Ahora estoy descubriendo muchas cosas, por ejemplo a una nueva manera de comunicarme y entender las palabras del cortejo. Me descubro a mi misma enamorando a alguien, cuando siempre estuve acostumbrada a que me enamoraran. Aún me es difícil seguir la corriente de este río de sensaciones. Trato de dejarme fluir y no hacer prisas, pero lo mujer se me sube a la cabeza y a veces vuelvo a sentir el hueco en el estómago. Siento las manos amarradas al no poder escribir explícitamente lo que realmente siento en este momento, pero yo misma me he impuesto no decir más. Entonces, encuentro consuelo en las palabras de Velasco, porque siento que este amor va acompañado por un desdén involuntario, que me hace mantener los pies en la tierra, en un camino hacia el amor total. Quizá uno más grande, puro y sincero, que ningún otro. Encuentro en el desdén las armas necesarias para salir avante en esta locura.
Ruidismo: En este tiempo de sequía, en el desierto todo está seco y por lo tanto limpio y ansioso de lluvia. De hecho, este desierto espera a Tláloc para que le haga el milagrito.
Soñaba que corría por un gran campo lleno de flores, enmarcado por una cordillera rosada en un atardecer perfecto. El pecho presionado por una gran felicidad, efímeramente, le tenía dentro de su cuerpo sostenido de las mamas. No sabía si llorar o reír, los ojos parecía que se salían de júbilo, dicha, espanto u horror. No podía controlar las emociones. Corría llenándose los pulmones de salvación, aquello le sabía tan bien que al llegar a una colina, paró su carrera para contemplar su realidad sur real. No necesitaba saber que era lo que la tenía poseída, se conformaba con sentir que un latido le recorría el cuerpo dándole escalofrío y, como era costumbre en ella, se abandonó al goce.
Se despertó en el parque, ya era de noche. Un farol le iluminaba la cara haciéndole un cenital perfecto. El bolso aún se encontraba tirado sobre una baldosa. Estaba tiesa, casi a punto de congelarse; serían más o menos las 11 de la noche en todo su sereno. Avergonzada, cual puta mustia después de un negocio, cogió su bolsa y marchó rumbo a su departamento.
Al llegar a casa lo primero que hizo fue poner lo necesario para prepararse un café que le devolviera el calor a su cuerpo gélido. Recogió el desorden del desayunador, cambió la bolsa del cesto de la basura y volteó recorriendo lentamente todo a su alrededor, checando que algo estuviera fuera de su lugar para ir inmediatamente a acomodarlo. Estaba ansiosa, al no encontrar mayor desorden del ya solucionado, volvió su mirada a la cafetera que lentamente goteaba sin terminar de llenar la taza. Taconeaba sobre el piso de cerámica haciendo un estrepitoso ruido que le taladraba los oídos, pero era mejor que estar en silencio total. Por fin estuvo listo el café, tomó el recipiente entre sus manos para que el calor que le quemaba le llegara a la cabeza; necesitaba salir de esa conmoción. Se fue a la sala y con el control remoto le dio play al stereo, se quedó meciendo el cuerpo y susurrando.
[Remember the first time i told you i love you, it was raining hard and you never heard. You sneezed and I had to say it over; “I said I love you” I said… you didn’t say a word, just held you hands to my shining eyes and smiled as you kissed me…] there is no if - the cure
Sentía la asfixia. Jalaba mucho aire y lo sostenía dentro de sus pulmones, luego exhalaba lento. Paladeaba como buscando un sabor que no era el propio del café, sino algo más, algo que sabía que estaba en ella, pero al no encontrar una evidencia, secuela o rastro de ello, se sumía en una profunda tristeza.
[… “if you die” you said “so do i” you said… and it starts the day, you make the sing. “Tell me I’m forever yours and you’re forever mine, forever mine”…] there is no if - the cure
Esa melancolía decantaba lo que estaba bebiendo y la cafeína se le metía por las venas, quemándole todo lo que fuera ausencia, luego el agua le salía por el lagrimal en forma de gotas que escurrían soledad. El corazón le latía cada vez más rápido, al tiempo que la asfixia fue tal, que soltó la taza. Cayó rompiéndose en pedazos y su cuerpo se desvaneció sobre el sillón. Ya no pudo más que soltar el llanto.
Y es que una vez que se escucha, huele, saborea y siente el amor, no podemos vivir más sin él. Aunque nos vuelque los sentidos, nos trastoque la realidad, nos llene de júbilo o nos ahogue de tristeza. Por eso Llora tirada en la sala de su departamento, porque sabe que por fin le tiene; pero no le ve, no le encuentra a su lado, ni merodeando sus recuerdos.
Ya te conté que amo los viernes por la noche? Seguramente eso no lo sabías. El día estuvo más activo que el de ayer, pero aún así tuve toda la tarde libre de trabajo. Dormí, terminé de leer unos libretos y me puse a analizar uno de ellos que me llamó la atención se llama: “El cazador de gringos”, la propuesta está muy buena pero siento que le falta, el final no me convence. Poco me gustan los textos teatrales regionalistas o con lenguaje de barrio, será que estoy muy contaminada por tanta puesta en escena que, he visto, adaptan a un lenguaje coloquial… y no digo que este mal o bien, sólo que no han tenido la suerte de salir avante, entonces después de ver que echan a perder obras muy bellas le he tomado recelo al típico dialogo entre unos compadres, por llamarle de una manera. Sé que sueno muy despectiva, pero no hay más.
El cazador de gringos… en sí es buena historia, diálogos fluidos sólo que a ratos me pierdo, bueno… quizá la pendeja soy yo por no entenderle, pero ñee, ni que fuera principiante en textos dramáticos, algo le falta o le sobra, aunque apenas empiezo a trozarla, en fin… a ver que le saco. Y nomás por hacer el daño de criticarla porque ni planes tengo con ella. La neta, nomás para destrabarme de mi proyecto, porque ando atoradilla y luego Ana viene hasta la semana que entra. Desde la última vez que vino, casi no hemos platicado y necesito cuanto antes plantearle unos giros que le estoy dando a la historia. Bueno, bueno, bueno. Basta.
Te decía que me gustan mucho los viernes, en especial las noches. Mi casa se hace un silencio profundo más que el resto de la semana. Puedo disfrutar más de la música, leer más gusto, ni se diga escribir, las letras salen solas; mi cama se hace más grande y mi soledad se regocija a solas, hasta respiro mejor. Con eso de que últimamente mi casa parece la vecindad del chavo ando toda engentada y cada que tengo un rato libre me encierro en mi cuarto, aún así el escándalo de la calle y los nuevos vecinos (haa, tampoco he hablado de mis nuevos vecinos, bueno…vecinas) me exasperan. Por eso a ratos me dan ganas de salir corriendo, mandar al demonio a todos, al negocio, a la familia, hasta a mis amigos, ni que decir de la buena vida. ¿Buena vida? Por favor, esto ya no es vida (ya me amargué). Respira, Berenize, respira.
Los fines de semana, en especial los viernes por la noche, mi casa se queda silencia. Los que hacen ruidos se van a la calle y no llegan hasta el amanecer, en el mejor de los casos hasta el domingo, así que para mi es todo felicidad. ¿Quién busca calle, cuando se puede tener la casa entera para mi sola? Antes me gustaba salir de fiesta los viernes y quedarme en casa los sábados, pero de un tiempo para acá los papeles cambiaron y es el sábado cuando desde temprano me voy a la calle, ni se diga el domingo, que ese día lo tengo para la vagancia total, todo el día. Por lo general en casa los sábados y domingos son de revolución, es lo malo de vivir con los abuelos, siempre tienen visitas.
Lo bueno es que la nueva vida ya casi me alcanza. Me quedan dos meses viviendo en esta jaula de locos, luego, a recuperar mi vida, mis pasiones, disfrutar de mi soledad, recorrer otras calles, ver otras caras, a sabiendas de que a los meses estaré extrañando mi camita, a mi abuelita y a todos los que me hacen renegar, porque al fin de cuentas son mi familia, por más destrampados que estén.
Si bien dice txristian cuando me defiende: “Ella en su mundo es normal, nosotros somos los locos” sniff, ¿te suena conocido?