lunes, 22 de octubre de 2007

Lovely Rita

En una tarde fresca, Rita caminaba de la oficina hacia su departamento. El viento le erizaba la piel hasta encogerla de hombros. Sentimientos viejos, cómo el otoño de principios de siglo, volaban su cabello desnudándole un temor añejo. Cuando pasa eso, automáticamente cierra los ojos y se deja abrazar por los sentidos, entonces vuela sobre los árboles colgada del pico de un colibrí que le avienta sobre una nube de algodón de azúcar; la lleva lejos entre bosques, sobre montañas, hasta una ciudad monstruo. Allí empieza a vivir como dentro de un cuento ilustrado.

Pequeña silueta encarnada en colores ocres. Abre los ojos, busca algo sigilosamente. Una voz desde adentro le guía el camino. Adelante. Izquierda. Derecha. De frente. Alto. Lo sintió ahí e inmediatamente se detuvo. Susurros brincando de oído a oído le hicieron caer en vértigo. Blop. Un Olor le sacó del trance, esa leve caricia la arrastraba de nuevo hacía un lugar desconocido.

Mientras caminaba embelesada por aquel aroma, sintió que se metía dentro de su cuerpo por una fosa nasal. Un coagulo caliente salió por su nariz y, “aquello”, ya estaba totalmente dentro. Recuerdo que abrió los ojos desorbitados y mantenía la boca bien cerrada para que no fuese a escapar. Unos momentos dudó en respirar por temor a exhalarlo, pero cuando soltó el aire, una bocanada apenas visible voló de la boca dejándole un sabor a fresas con vainilla, tan dulceácido como el amor.


Y ahí fue la mujercita cazando alientos entre los jardines con flores, por las aceras con faroles, hasta en las iglesias y panteones; sin encontrar siquiera halitos de Amor y Psique. Tristecita se sentó en el parque y se quedó dormida. Cuando hubo despertado su piel aún estaba erizada, el aire seguía volándole el cabello de la espalda. Extrañada volteó hacia todos lados, pero nadie se dio cuenta de los segundos que se había quedado abstraída.

Se tocó la nuca, giró su cabeza, intentó caminar pero se mareo; se detuvo y cuando recuperó un poco de fuerza, cruzó la calle y buscó un lugar donde sentarse. Se echó sobre una banca y soltó el bolso entre sus piernas. Tardó unos segundos para atinar en llevarse la mano al pecho para palpar los latidos de su corazón, que parecía contento. Siguió el ritmo de las palpitaciones con la respiración, pocos segundos después ya estaba invadida por un estadio de júbilo que transformó toda su corporalidad, en ese preciso momento, cuando su boca se volvía sonrisa, sintió una mano que se colocó sobre la de ella. El olor estaba ahí y su corazón quería salirse por la boca. Entonces, acomodó su cabeza en el hombro dueño de aquella mano y siguió soñando.


2 comentarios:

Pater Noster dijo...

lo leo de nuevo y apenas y respiro... densamente asfixiante, clap, clap, clap!!!!!!

Lu García dijo...

quiero un colibrí... snif...