sábado, 17 de noviembre de 2007

Uno de los mejores regalos.

Cuando lo tuve en mis manos, a primera vista supe que era uno de los mejores regalos que he recibido y recibiré en mi vida. Un flamante... ¿Libro?, porque parece más un cuadernillo, delgadito y alargado, blanco y con una litografía en escala de grises; precioso, pero más hermoso el título: "Poesía para fumadores". Era (es) una pequeña, pequeñísima, antología de poetas de habla hispana que Roberto me trajo de Barcelona.

Ya me había mal acostumbrado a desayunar diariamente en el Bistro miró, así que llegué puntual a instalarme en mi mesa con la expectativa de que este hombre rondaba por ahí y sí, nomás por morbosa volteé hacia su mesa. Yo, que ya había sufrido mucho su ausencia, percibía a dos cuadras del restaurante el olor de su perfume, así que no podía confiarme en mis sentidos porque por lo general me traicionaban. Lo sentí cuando crucé la puerta, entonces fue que volteé para ver si lo veía y lo encontré abrazado de unos tipos de finta culturosa, dándose palmaditas en la espalda a manera de saludo (seguro le daban hipocritamente la bienvenida a Culiacán). Él, impecablemente vestido de negro, con su chamarra café estilo cazadora, enfundaba su maravillosa sonrisa; entre aquellos abrazos abrió los ojos clavando la mirada en mí, levantó lo más que pudo las cejas como diciendo: "Espera que me suelten estos hipocritas y corro a tus brazos", le entendí perfecto. Le envié un beso con los labios después de guiñar un ojo. Mal llegué a mi mesa cuando sentí sus brazos rodeando mi cuerpo y sus labios en el cuello, extrañaba ese perfume. Se fue a terminar el desayuno con Nosécualfiguraimportantedelaculturaenculichicán y yo esperando a Ana para tomar los alimentos. Luego de un rato regresó con su café a mi mesa y fue ahí donde sacó del bolcillo interior de su chamarra, el librito en cuestión, largó una pluma del mismo lugar y se apuró a dedicarlo: "Para Berenize, en pago por default de Fernando Arrabal" y luego su firma.

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