martes, 2 de octubre de 2007

Veloz reseña de mi ida a Hermosillo.

La semana pasada me fui a Hermosillo a hacer unos trámites y a ver a mis amigos. Me he dado cuenta de que a este blog las noticias llegan con una semana de retraso, ustedes no?

Me fui el martes pasado por la tarde. ¿El viaje? Inmejorable. La comodidad de un TUFESA, un buen libro, Luna llena en el desierto y una llamada que me saco del autobús y me llevó a una estrella para contemplar mejor el desierto en lunado, cosas de lobos, pues. Así llegué a Hermosillo, con el corazón que se me salía por la boca, los ojos, los oídos, la nariz, como si fuese un guiñol desmembrado de felicidad.

El calendario andaba de maratón, los días empezaban presurosos de terminar y así uno a uno, en esa carrera de relevos, terminaron una semana y heme aquí de regreso en casa. No menos feliz, pero con nostalgia. Y, es que Hermosillo y yo tenemos una vida pendiente de vivirla, me lo ha dicho al oído ahora que he caminado sus calles y que su sol a quemado mi piel blanca, al grado de dejarla ardida y colorada. Pero, ya viene Enero y con él la nueva vida, que empezó hace unos días.


“Esta Loba anda que aúlla”, diría Moisés.

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