martes, 30 de octubre de 2007

El amor se alimenta del desdén.

Dice Velasco, yo no sé, pero imagino que algo de cierto hay en ello: “Con tortuosa frecuencia, el amor se alimenta del desdén.”, al final del penúltimo párrafo de su post de hoy. El habla de París, yo hablo del amor a un hombre.

Velasco y yo siempre hemos tenido complicidad, y me refiero a él como figura literaria, a él como escritor. Con su obra, pues, he tejido cordones de empatía. Guardo sus libros en mi armario y hasta hace unos días he descubierto su blog, dentro del boomeran. Me regocija leerle y sobre todo encontrar frases que hagan que se me prenda el foco y con ellas le encuentre explicación a cosas que me pasa y que por lo general me tienen azotada (para variar).

El otro día me dijeron que yo confundía el amor con las ganas de ir al baño. Claro, eso me lo dijo un desdichado al que jamás pude decirle que defecara conmigo. Si me lo hubiera dicho hace años, probablemente me hubiera puesto a pensar que tanta verdad había en aquella afirmación, pero hoy, ¡Por favor! Estoy segura de lo que siento y ahora menos que nunca confundo las circunstancias. Ya no soy una adolescente, aunque en mi imagen para mostrar de MSN Messenger, tenga una foto de Arale o en mi nick ponga estrellas, lunas y combinaciones de colores. Hoy, se que el amor no me está negado y no sólo porque me intereso en alguien, sino porque estoy en un proceso de enamoramiento con el amor mismo, por eso nadie tiene derecho a afirmar disparates del tipo.

Estuve acostumbrada al amor intelectual, a el incondicional, al amor de compañía, al ocasional, al platónico, hasta en el imposible y el para siempre. Una gran cantidad de enamoramientos fatuos y, si acaso, dos amores que me calaron, sólo que uno lo vomité antes de que me enfermara y el otro, el primero, me marcó para siempre. Con ello no quiero decir que en mi queden restos de alguien que ya fue, para nada. En esas relaciones existieron constantes, como la proximidad e inmediatez que llegaba a la obsesión y el aferramiento. Todo eso hacia que viviera periodos de confusión y desorden emocional. Conforme pasó el tiempo aprendí a desechar esas conductas y me aferré a vivir en una soledad, al principio, desolada y después cómoda y placentera.

Ahora estoy descubriendo muchas cosas, por ejemplo a una nueva manera de comunicarme y entender las palabras del cortejo. Me descubro a mi misma enamorando a alguien, cuando siempre estuve acostumbrada a que me enamoraran. Aún me es difícil seguir la corriente de este río de sensaciones. Trato de dejarme fluir y no hacer prisas, pero lo mujer se me sube a la cabeza y a veces vuelvo a sentir el hueco en el estómago. Siento las manos amarradas al no poder escribir explícitamente lo que realmente siento en este momento, pero yo misma me he impuesto no decir más. Entonces, encuentro consuelo en las palabras de Velasco, porque siento que este amor va acompañado por un desdén involuntario, que me hace mantener los pies en la tierra, en un camino hacia el amor total. Quizá uno más grande, puro y sincero, que ningún otro. Encuentro en el desdén las armas necesarias para salir avante en esta locura.

Ruidismo: En este tiempo de sequía, en el desierto todo está seco y por lo tanto limpio y ansioso de lluvia. De hecho, este desierto espera a Tláloc para que le haga el milagrito.

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