miércoles, 21 de febrero de 2007

mi tesoro.

Tanta oscuridad me ha dejado temerosa. Al tratar de cruzar ese gran puente, me invade el horror y me acuclillo frente a él mirándole enorme y monstruoso. Tan bello valle me espera del otro lado de mi puente Martirio; su belleza invade mis sentidos de regocijo y ansias de brincar entre sus hermosos jardines de gardenias, embriagarme de su olor y caer tirada después de recorrerlo entero. Que hermoso sería poder realizar toda esa fantasía y que fácil es, tan sólo tengo que avanzar un paso y estaré mucho más cerca de mi esperado paraíso.

El temor me ha hecho su presa durante muchos años, ha carcomido mis sueños y consumido mi voluntad.

La ambición a maleado mi sano corazón. Durante muchos años he sido su esclava. A ratos he probado del bienestar al vivir sencillamente, sin lujos ni pretensiones más allá de os que llegan de manera sencilla a mi vida. Me he satisfecho banalmente con la fortuna de tener, lo materialmente posible, deseado hasta dejarme vacía al descubrir que tales placeres son efímeros y fatigan a mi alma haciéndola sentir tristemente llana.

Al estar observando las flores de mi jardín, como crecen y se llenan de vida con sólo lo indispensable (igual debería de ser la simplicidad con la que debemos asumir la vida) me he dado cuenta de lo valioso que es aprovechar las malas rachas con sabiduría, sacando partido de las enseñanzas que nos traen los golpes y dolores, pues de ahí viene la fortaleza que me hará crecer fuerte y soportar cargas mucho más pesadas que la que pesa sobre mi.

Uno de mis tulipanes esta triste y también apunto de marchitar, me provoca gran aflicción verle derrotado en esta nueva etapa de su existencia (la que debe compartir conmigo, bajo mis cuidados). Por otro lado mi lili blanca me ha dado una nueva flor y el aroma seductor que despide inunda mi casa. Me llena de gran serenidad sentarme frente a ella, enajenarme de su olor, ver lo majestuosa que se postra ante cualquiera. Me he dado cuenta que dentro de mi habitan las dos, siento esa dualidad en mi y mi corazón se siente contento con mi nuevo tesoro. Desearía que siempre estuvieran tan bellas como ahora y cuando vayan perdiendo fuerza para estar de pie se apoyen en el amor que les deposito en pequeñas cantidades, pero sobre todo en el aire y el calor del día para seguir embriagándome todavía por más tiempo y que me den fuerza para vencer al miedo que me hace llorar ante mi puente más grande, a darme valor para poder con todo ese mundo de temor que traigo encima. Mi tesoro puede curarme, con su olor, sus hojas relucientes, con su luz de blanco amanecer.

Son esas las pequeñas cosas que me hacen sentir que la esperanza es una realidad y que debo mirar de frente a mi gran verdugo y apurarme a cruzar ese puente definitivamente.

Mi tesoro podrá, juntos podremos.

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