miércoles, 23 de abril de 2008

a propósito de la gripe...


Nuevamente he sido atacada por los dioses. Hubiese preferido quedarme metida en la cama tomando un té con algún antihistamínico, pero no... he tenido que salir rumbo al banco para pedir un comprobante de deposito. Al llegar al banco tomo mi número y largo hacía una silla, aún traía el cuerpo cortado, no sé como me sostenía en pie. Seguro traía el rostro desfigurado por la mala noche que pasé. Después de conseguir lo que buscaba salgo rumbo al trabajo para mandar un fax y unos documentos para luego ir a comer.

Aunque todavía era temprano para la comida, quise ir directo para el restaurante y aprovechar para leer antes de la comida. Al llegar al lugar aparto la mesa de siempre y me voy directo al baño. El espejo me regresaba una imagen no muy agradable, me recogí el cabello y arreglé mi maquillaje, entonces salí, un poco más segura de mi misma, y pedí café. Me ubique en el área de fumadores como siempre, sólo que ya era un local libre de humo y por lo tanto no podía sacar los cigarros, suspiré con alivio pues la gripe horrible que me cargaba no me iba a permitir fumar a gusto.

Estaba esperando a la secretaria de mi dentista. Una chica alta, delgada, morena y que siempre vestía muy elegante, la hacía parecer toda una ejecutiva más que asistente de dentista. Llegó puntual, me saludó de beso en la mejilla y se ubicó frente a mi. Preguntó por que había tardado tanto en regresar al consultorio donde trabajaba y bromeé diciendo que no recordaba que ella estaba ahí, tonteando de esa manera no hice más que sonrojarla y sentir que había quedado como una tonta con semejante coqueteo, así que la invité a pedir la comida para distraer el morreo fallido, le recomendé un par de platillos y ordenamos. Parecía que no le incomodaba del todo aquel juego tonto de seducción en el que me tenía atrapada y eso me hizo volver a relajar el cuerpo.

Me gustaba, claro, por algo la había invitado a comer, aunque sin mayor pretensiones que encontrar una buena amiga tras aquella voz que me concertaba las citas con el verdugo de mi boca. Traté de sostener la sonrisa y disimular la gripe, pero no tardé mucho en ser descubierta, tuve que ir al baño tras una leve asfixia producto de las flemas, después de unos minutos regresé e inmediatamente preguntó si me encontraba bien a lo que respondí afirmativamente, sólo que si estuviera metidita en la cama, descansando, estuviera mucho mejor, pero no podía decirle que prefería estar en casa a estar con ella, primeramente porque era mentira y segundamente porque lo podía tomar como insinuación y ya había tenido suficiente con tanto lío. La gripe, definitivamente me aploma demasiado.

Al fondo del restaurante, justo frente a mi estaba un hombre que jugueteaba con un encendedor y en la boca tenía colocado un cigarrillo oscuro. Moría de curiosidad por saber que marca de cigarrillos era, tanto me inquietaba la duda que distraje mucho la platica de La chica por mirar hacia aquella mesa. El hombre era alto y rubio, tenía pinta de americano. Lo observé cuando se levantó hacía el baño con el cigarrillo y el encendedor. Llevaba puestos unos jeans gastados, huaraches y una polera con un estampado que no alcancé a distinguir; era atractivo y a pesar de su aspecto desenfadado, me llamó bastante la atención una vez que lo hube visto de piel, era realmente alto.

La chica, como que estaba molesta por no ser el centro de atención y aunque su orgullo le impedía voltear a ver que era lo que me distraía hacia un esfuerzo por recuperar mis miradas. Volví a prestarle atención y a dirigirme a ella con la disimulada picardía de siempre; después de comer, pidió un postre y yo un té de manzanilla, seguimos platicando por un rato hasta que se llegó el momento de irnos, yo tenía que regresar al trabajo a dejar un listado de productos y ella al consultorio, así que, luego de lavar mis dientes en el baño y darme otra retocadita, salimos a pagar la cuenta, le pedí que fuera saliendo hacia el estacionamiento mientras pagaba. Saqué la tarjeta y al estar esperando para firmar, sentí una mirada que me pesaba pero no volteé. Guardé mi cartera y al voltear vi que era El hombre quien me miraba, que, cigarrillos en mano, caminaba hacía pagar la cuenta. Me detuve sin pensar a observar como se aproximaba y me percaté de que la polera tenía el logo de THE CLASH, sonreí sin poder ocultarlo y cuando estuvo cerca le pedí que me regalara un cigarrillo, explicitando que conocía a pocos hombres que fumaran black stones, con una sonrisa igual de explicita sacó de su mochila una caja y me la ofreció. Creo que he nacido coqueta, la tomé y le agradecí con un beso en la mejilla y salí sin más.

La chica me esperaba en la puerta del restaurante, había observado todo y tenía una cara larga, motivo que me animó a sacar el encendedor, abrir la cajetilla y encender uno mientras nos encaminábamos al coche. Cuando me vio fumando a placer, muy a pesar de la gripe, sólo dijo: "Por eso no consigues tener una sonrisa perfecta, porque fumas mucho y eso a la larga lacra los dientes", juro que sentí miedo, mucho miedo, cuando escuché aquellas palabras.

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