
Sí el norte fuera el sur decía Arjona pretenciosamente, pero si el norte fuera el sur entonces yo tendría alma vaquera y quizás sea así. Acá, en el otro norte, cuando a veces también somos el sur, se respira desierto, se transpira coraje, se mira pasión, somos roca que blandió en el mar. Desde el sur de USA hasta el norte de México somos áridos, ni mexicanos ni gringos, nos une el rumor del desierto, las huellas de los sahuaros y el carácter recio de las cascabeles.

Mi bisabuela Carmelita, le decía a mi abuela que los gringos eran los mejores músicos que había escuchado y se quedaba horas durante la noche, que era cuando la radio que tenían en lo alto de la sierra sonorense, sintonizaba la señal americana. Imagino su rostro extasiado escuchando el sonido de la guitarra acompañado de una armónica que le recordaba que, aún allá entre los pinos, su aliento era a desierto, el alma western que todos, por acá, llevamos dentro. De ahí que mi abuela en sus tiempos de adolescencia tocaba la armónica y mi abuelo la guitarra, aunque el siempre ha sido de tendencias rancheras y melancólico del mariachi, en cambio mi abuela es mucho más afin al country y un tanto al blues, aunque le da pena confesarlo. y claro también a la música de acordeón y bajosexto.

No niego que hasta me dieron ganas de ponerme el sobrero y votas vaqueras, ir al rancho correr por los corrales, juntar frutos de guácima y si no hiciera frío, hasta me animaría a meterme en el arroyo y toda esta melancolía nomás por andar escuchando country y encontrarme en su música.
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