viernes, 10 de diciembre de 2004

*_una noche de Sandra

Sandra tendida en un colchón, sus piernas están desnudas al igual que el resto de su cuerpo. Ella tiene una hermosa cabellera que cae mojada desde su cuello arqueado hasta embarrarse en él, en su figura. Cierra los ojos y su boca se abre y cierra al compás de gemidos interminables producto de una buena ración de verga entre sus piernas, dentro de su vagina, rompiéndole las entrañas; se abigarra del cuello y las caderas del contrincante. Es buena fingiendo para ella misma que no importa que él, ese morenito no es príncipe, solo el que la coge y recoge siempre que puede, siempre que ella quiere, pero ella quiere casi todos los días. Tiene una obsesión por ese pito dentro de ella que la hace olvidarse de su príncipe moreno. Él empuja y ella recibe con soberbia esa maquina de líquidos, su piel morena parece estar cubierta de algún aceite milagroso, de esos que incitan a la lujuria, las manos de él no se detienen a inspeccionar mucho la textura de ese cuerpecito de sirena, pienso que es por el aceite, pero no quiero fijarme mucho en su interior en lo que él siente en lo que busca dentro de ella, no quiero darme cuenta que no se detiene no porque resbala, si no porque solo busca descargarse.

Los dos cuerpos siguen ese vaivén.

Él, Es moreno, cabello castaño oscuro , se lo deja un poco largo le cae a melenita sobre su rostro estético, su frente es de un ancho y largo justo, sus cejas abundantes y bien distribuidas, bajo ellas vienen dos ojos grandes coronados con pestañas largas y rizadas que sólo sirven para enamorarse más de esa mirada que combina los aromas mas exóticos pasión, ternura, melancolía, soberbia, un mar sin luna; lo que pareciera estar fuera de tono es su nariz un poco grande, pero en el momento en el que se ve la parte baja del rostro uno cae perdidamente anonadada en deseo de morder esos labios rojos y carnosos, aunque su barba corte candado raspe todo nuestro rostro, esa barbilla que se esconde, su magnifico cuello. Su cuerpo esbelto y bien bronceado no es la excepción, por ello Sandra no lo deja ir.

Cierra los ojos porque le da miedo mirarse; baja las piernas de la cintura de su macho, postra sus pies en el colchón y acompaña los movimientos del sabio penetrador. Sus dos cuerpos parecen estar destinados se encajan de manera tal que pareciera que su destino es estar así como en ese momento solo penetrándose, sólo jadiando, solo rasgándose las entrañas con estirones de piel. Los ritos de quien sabe que dios de alguna cultura sin descubrir, marcarse por dentro y por fuera con las señales de la lascivia, sus uñas viene muy bien en su espalda escarbando y sacando sangre de su perfecta figura, de esa descomunal obra de arte que la hace delirar de placer. Con forme pasa algo de tiempo y la ambientación a cargo de un CD de Era; los cuerpos giran roles, poco a poco ella esta sobre el agarrada de la herrería de una ventana prudente que se encuentra en la pared donde se encuentra apoyado el lecho de su despojo terrenal, erecta su cuerpo, cu cabellera cae sobre su rostro casi mulato, va y viene a un ritmo marcado por él, por ella, ya no se sabe quien manda en esa guerra de fieras. Parece que él todo poderoso rey de las penetraciones advierte que se denomina guerra a su acto de entregarse a lo eterno, y quiere ganar, quiere ser el que incite un primer orgasmo, un primer derrame de líquidos. Empina con fuerza, hasta el fondo del ser Sandra vuela. Se suelta. Caen sus manos hacia atrás. Se apoya. Sigue el ritmo. Grita. Se jala, la jalan, él decide ganar una vez mas la contienda y ser él responsable de que ella regrese quizá al siguiente día, quizá no marche y se quede ahí como hasta ese momento dentro de él; pero ella sede ante esta riña, y se deja inundar de ríos de semen caliente dentro de ella. Una vez que ha sido depositado todo dentro, ella se incorpora sin sacar el pene flácido de su cuerpo, se coloca recostada sobre el pecho de su hombre, se queda dormida ahí, con su miembro dentro de ella, con la excitación, a esperar que engorde dentro de ella, para quizá esta vez si marcar su territorio, para hacer que el quede sobre ella y descansarlo como bebe en su pecho después de ser amamantado… después de todo es su hombre, su nene, lo que ella no buscaba, pero ahora no quiere dejar.

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