miércoles, 15 de diciembre de 2004

destinos!

La rosa ha vuelto a abrir sus pétalos para pasar la noche y descubrió, ahora más que nunca antes, que era hermosa.

Postrada sobre la penumbra extendió sus hojas de lado a lado y encontró mucho placer en ello.

Escuchaba atentamente el cantote la noche y sentía que los insectos eran sus cómplices.

De repente cruzaba por el pasillo una luciérnaga que se sentía sola recorría de un extremo a otro la soledad de la oscuridad y creía que era pobre. Se azotaba contra el cristal y al mismo tiempo que su cuerpecito se agitaba por el golpe, lloraba, por eso lo hacia una vez por tristeza, era un sollozo como rechinido de dientes, por ello lo hacia solo cada vez que veía la luna de octubre. Se sentía molesta y llana, vacía como un acantilado.

La rosa bailaba una comparsa con la soledad y se hallaba tranquila, reina de un hoyo negro. Ella si advertía cada cuanto que no estaba del todo sola pues veía con atención a su alrededor y esa luz que no se encendía en todo su recorrido, se alertaba del camino y creía que la invitaba a bailar, y muy complaciente se movía aprobando la invitación.

En el mes de octubre levitaba con sus hojas extendidas, y más hermosa que nunca. Se trasladaba de arriba a bajo sin tocar jamás el tope.

Reina era ella en el inmenso pasillo. Eran el extremo de la soledad, porque los insectos callaban y cantaba el grillo un blues, no le daba pena mostrarse así, el cantor también era su cómplice visitante de otoño, respiraba humedad y se sentía feliz.

La luciérnaga llora su naturaleza envidia de la luna su brillar llora embarrada en el cristal, tan silenciosamente que el agitar de su corazón y sus espasmos se escuchaban en su interior. Ninguna nube le da esperanza y cae desconsolada, su bruma ve mas allá de un espacio luminoso, por ello no abre los ojos desde que decide entregarse al dolor, a lacerar su orgullo.

Al mismo tiempo la rosa traspasa la dimensión y canta. Brilla. Cae. Se levanta. Abre los ojos. Se cierra.

Se postra la luz en la rosa en ese momento amanece y la rosa decide vivir se abre para albergar a la luciérnaga que no llorara jamás.

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