My Master

Segunda parte.

Se ofreció a ayudarme en la cocina y accedí con el morbo de tenerlo mucho más cerca. Aproveché cada oportunidad de contacto directamente físico y a ratos sentía que él también los buscaba y obviamente no batallaba mucho para encontrarlos, todo ese juego de roses me provocaba mucho calor y con el pretexto de que traía ropa muy ajustada me fui a cambiar. Al abrir la puerta de la habitación escuche sus pasos hacía mi dirección, impulsada entonces por el deseo, deje la puerta entre abierta, aunque no sabía a ciencia cierta si me miraba o no. Hice el cambio de ropa lo más sexual que pude, después de todo aquel con el que estaba compartiendo era un hombre sólo y yo una jovencita con ganas de ser poseída por ese cuerpo. Baje mi jeans lentamente y abriendo las piernas mucho más de lo normal. Si estaba atrás de mí, parado en la puerta y espiándome, alcanzaba a ver mi tanguita blanca y mis nalgas desnudas. Luego de sacar el pantalón me saqué la blusa y me puse una de tirantes con un escote pronunciadísimo, saqué de la maleta una minifalda que me quedaba algo voladita y por ultimo cambié mis tacones por unas sandalias más cómodas. Cómo deseaba volverme hacia la puerta y ver que se venía sobre mí y me tiraba en la cama para no salir de ahí el resto de la noche. Fue ahí donde me sentí asquerosamente caliente y con un poco de culpa decidí cambiar mi actitud y tratar de moderar mis impulsos, salí del cuarto, me fui al baño para mojarme un poco la cabeza y recogerme el cabello, al empujar la puerta vi que Ulises estaba humedeciéndose la cara y el cuello. Me quedé pasmada nada más de pensar cual sería su reacción si hubiese visto el show que ofrecí para mi espectador imaginario. Estuve callada y sin moverme hasta que volteó hacia mí, se disculpó por no cerrar la puerta del baño y enseguida salió para que yo lo ocupara, no dije ninguna palabra sólo asentí con la cabeza y lo dejé marcharse a la cocina. Ya dentro mojé y recogí mi cabello, respiré hondo y luche por cambiar mis modos.

Al llegar a la cocina él ya estaba poniendo la mesa para empezar a cenar y yo me puse a servir la comida. Después de un rato de empezar con los alimentos empezamos a beber vino. Los dos nos sentíamos nerviosos solamente que nadie lo confesó. Ya entrada la noche, afuera tronaba el cielo como si a lo lejos estuviese cayendo una tormenta a nosotros solamente nos llegaba el aire fresco desde el ventanal que daba a la terraza. Le pedí que saliéramos a seguir bebiendo ahí afuera y así lo hicimos, me dejé caer en una silla y separé las piernas para refrescarme completa. Seguimos bebiendo en silencio, él fumaba pegado al barandal que daba hacia el edificio de enseguida, estábamos en el décimo piso y la vista era muy buena.


Al cabo de unas horas y varias botellas estábamos eufóricos y algo pasados de alcohol, riéndonos de las circunstancias del destino y la manera en que nos juntó la vida. La tormenta se acercaba, los vientos eran más intensos y los truenos se escuchaban cada vez más fuertes. No terminaba de decir que me gustaban las noches de lluvia con muchos truenos cuando una luz iluminó todo el cielo partiéndolo en dos, haciendo un ruido que nos dejó los oídos sordos, al escuchar el estruendo me levanté de la silla donde estaba y me metí en la reclinable donde estaba Ulises, me pegué a su cuerpo como cuando era una niña y me oculté hasta que hubo pasado el escándalo del rayo que había caído a escasas cuadras del departamento. “Sigues siendo una niña escandalosa” me dijo al tiempo que acariciaba mi cabello, así nos quedamos por un rato, abrazados y en silencio, uno muy pegadito al otro y sin ganas de separarnos. Le tenía abrazado pero retiré mi mano de su pecho, el se desconcertó pero no dijo nada, los relámpagos se habían llevado el aire y estaba muy sofocado, me incorporé para quitarme la blusa con la naturalidad con la que un bebe nada en el agua, él sólo dijo: “¿Qué haces?” yo respondí: “Hace mucho calor”, entonces Ulises sacó su camisa también, después volvimos a recostarnos abrazados y sin hablar.

Pasaron unos minutos, el calor volvió mi cuerpo, el ardor de la pasión me estaba tomando de nuevo pero esta vez no lo frené. Disimuladamente empecé a rozar mi pie en su pierna hasta poner la mía sobre la suya. Una mano acariciaba su pecho y mi nariz gozaba con el roce. Su piel ávida buscaba mis piernas pero por la posición en la que estábamos sólo podía acariciarme el muslo. Esas manos grandes y fuertes deseaban tocarme tanto como yo deseaba que me hicieran suya. Mi entre pierna segregaba jugos de seducción que mojaban mi tanga, entonces de un impulso me monté sobre él como si estuviese apunto de galopar sobre el cuerpo sin montura de una bestia, sentí que se sobre saltó y casi me aparta de su cuerpo pero mis labios fueron astutos al pedirle que me acariciara entera, entonces el libido hizo su trabajo y sus manos poseyeron mis glúteos que poco eran cubiertos por la minifalda. Mis piernas se avasallaron a sus costados dejando que sus dedos hurgaran en mí. Mi cara, descansaba posada en su regazo cuando en mi espalda casi desnuda cayeron las primeras gotas de lluvia que caerían esa noche. Me arqueé de placer y al buscar mi lecho encontré su pecho en mi cara y su pezón en mi boca, entonces le acaricié lentamente con la lengua y sentí estremecer su cuerpo entero, luego supe que iba por buen camino y lamí sin parar todo su pecho a la vez que sentía sus dedos dentro mío. la lluvia se hacia cada vez más presente hasta llegar estrepitosamente a empaparnos. Me incorporé para recibir el agua enteramente, abrace nuevamente con mis piernas su costado y erguí mi pecho hasta quedar frente a su cara. Sus manos nada tardías sacaron mi sostén y acariciaron mis pechos con apetencia hasta que los labios hicieron relevo, no podía pensar algo en ese momento, sólo me estaba dejando arrastrar por la pasión y el deseo sin medida. Mientras me sostenía a dos manos de su cabeza que yacía sobre mi pecho, una de sus manos jalaba mis nalgas hacia él y la otra buscaba sacar su miembro del pantalón, cuando lo sentí fuera y muy cerca de mi, mis manos se fueron hacia el y jalándome hacia atrás empecé a masturbarle, se echó hacia atrás para disfrutar y yo dejé caer mi pechó entre sus piernas para buscar inquieta sus bolas y meterlas a la boca. Sabía que lo estaba haciendo bien, su mano derecha busco mi cabello, apenas me tocaba la cabeza y más me excitaba, subí de entre sus testículos lamiendo milímetro a milímetro hasta llegar al glande que me esperaba ansioso por el calor de mi garganta, cómo siempre he sido chica buena no lo hice sufrir más y lo comí entero, al sentir esto, Ulises se estremeció y la mano que delicadamente acariciaba mi cabello me jaló hasta conseguir sacar todo el pene de la boca se acercó hacía mi rostro y todavía con el mazo de cabellos en la mano se acercó al oído y susurró que no fuera tan brusca, que lamiera todo lentamente y no lo metiera hasta el fondo al menos que el así lo indicara, me beso la mejilla y luego los labios metiendo toda su lengua hasta mi garganta, cómo si buscara sacar los líquidos, provenientes de su niño, que habían quedado embarrados en el interior de mi boca. Para rematar, me mordió el labio inferior y con su mano guió mi cabeza hacia un nuevo comienzo…


continua...