miércoles, 13 de junio de 2007

el exótico y Khayyam



Hace unos años, cuando vivía en Culiacán, conocí a un hombre muy extraño, de esos que hablan con versos, con la ropa manchada de pintura y la cara llena de conceptos subjetivos, bien buena onda el wey.

Pasamos una noche de excesos aquel día que nos conocimos, desde entonces nos veíamos lo más que podíamos, me hablaba al oído y me cantaba canciones que me hacían llorar, me hablaba de Nietzsche y con la melancolía del amor por Federiquito mijo, me hacía sonreír con mueca de llanto; fueron así muchas las cosas que en aquellos días compartimos, versos de otros e intentos nuestros; pintábamos con un mismo pincel, el tomaba mi mano con la suya y trazaba líneas infinitas, yo nomás me dejaba arrastrar por esa infinidad de sensaciones.

Todo entre nosotros fue exceso, Alcohol, sexo, drogas y rock and roll, siempre canturreaba a los beatles, pero no me enamoré, sólo era adicta a las sensaciones que me hacía sentir, que mejor droga que esa que me inyectaba por todos los sentidos, algo así como en aquella película, toma tu mejor orgasmo, multiplícalo por mil y ni así andarás cerca de lo que me hacía sentir, momentos de idilio finitos.


Ya he hablado antes de él por aquí, lo que me trae recordarlo hoy, es un librito de Omar Khayyam que he encontrado en una bolsa vieja, al abrirlo esto es lo primero que leo:




NO HAY ALMA QUE NO LLORE POR TU AUSENCIA

No hay alma que no llore por tu ausencia,
hasta fundirse en lágrimas de sangre;
no hay ser vidente que al mirar tus gracias
preso de sus hechizos no se encante.

Y al ver que tú por nadie te interesas,
todos cautivos a tus plantas caen.


Serán mamadas, pero siempre que nos encontrábamos me decía esas líneas. Lo que me pasa hoy al leerlas es lo mismo que sentí aquella mañana cuando me levanté y lo primero que escuche fue oh! darling... pero esa historia ya la conté.

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