viernes, 25 de noviembre de 2005

Los tritones

Una conversación estéril
trunco el paso fugaz de cuatro aves que danzaban en el aire,
pues el hechicero aventando un conjuro
hizo que todo permaneciera en silencio mordaz.

El cielo llovió gotas enormes amarillas
y cubrió el pasto de color azul pastel,
el agua de unos ojos se volvió violácea.
Y a mi la piel se me volvió rojiza,.


Abrazándome lentamente entre la desnudez de la playa
Y unos ojos escurridos, dueños de una imagen guardada
Y muchas añoranzas impresas ahora en papel.


Son los ecos de una realidad adulterada de recuerdos callados
Sólo habla el mar y susurra memorias el aire.
Muta el canto de las serpientes marinas en música launge.
Lejos de la maquinización del suburbio
Lejos de la inmundicia de concreto.
Se encuentran el día y la noche prematuramente
Y todo cae en colores ocres.

Una arena absorta y unas caracolas que aprendieron a reír
Ante el sonido de una guitarra jaspeada
Que hace también que brote la sonrisa de la faz de los tritones.
Los ojos caen y un murmullo recorre los oídos y lega al interior socorriendo palabras olvidadas y llamando nombres fantasmas.

Siguió corriendo por seis cuerdas el olvido,
La inmolaridad del tiempo.
La inquietud de la fantasía y nadie pregunta por qué
Y si llegase a preguntar no habría quien respondiera
Con palabras legibles pues esa sur realidad sólo fue vivida
Ante los ojos violáceos de 2 animales estrepitosos
Que no hablan un lenguaje humano.

Me lo han contado a mi esta noche en algo semejante a un sueño.
Yo sólo recuerdo el murmullo del aire callando en la imaginación de
Esa escena ficticia. Sólo recuerdo el bisbiseo del mar taciturno
Y el rojo de aquella piel y la mirada perdida entre el tiempo y la lluvia amarilla.






Ya casi la noche los atrapa
y es mejor partir hacia la locura
a una in sanidad mental-conductual
y seguir en una vida ilógica irreverente de realidades,
donde nada extraña, donde nadie cree volver a vivir como dentro de un cuadro.
Ahí mismo sale la música de cajas y no de guitarras
y menos de palabras de amor para adornar días grises de fríos otoñales.
Sin piel roja, ni lluvia amarilla, pasto azul una irrealidad.

Dulces tritones riendo sin que nadie lo note.
Bueno no todo es un niño muerto
ni una mar que calla para que se dejen oír
los pasados de dos que coincidieron quizá en un cuadro
o en un disco compacto o en la desquiciada realidad prohibida. Prohibido.

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