lunes, 27 de febrero de 2006

Andén para dos

Andén para dos.




A veces me pienso mediocre y supongo virtudes en los demás (paupérrima mayoría), para mantenerme sano, atento y despierto. A veces, excepto cuando urden pequeñas mentiras para disfrazar las cosas, e impulsos infantiles se desvanecen al instante, cobardías absurdas, egos inflados, pavos reales que pierden el plumaje y los oropeles al encarar la realidad, palabras robadas de folletín para escribir escenas y ser el protagonista, sin verdad, sin pulso, sin pureza...

Cuando auténticas mediocridades me arañan el alma desde fuera, me supongo más virtuoso y pienso que los demás (mayoría absurda) miran sin ver nada, comercian y trafican con sentimientos.

Qué pequeño y triste, aunque revolotee entre fuegos artificiales, es un "amor" que pide, evalúa, sopesa, compara y exige antes de entregar nada.

Me molestan sus quejas ególatras, sus llantos pueriles, cuando atacan al prójimo que no supo darles lo que tal vez no merezcan.

Tampoco me gusto cuando me pienso mejor que otros, cuando asumo que merezco Amor y no amorcitos, y tal vez sin admitirlo soy un monstruo egoísta... aunque me repita que no, que tengo el Alma entera para repartirla en el millón de días a su lado.

Puede que jamás se cruce en mi camino, puede que pasemos en el mismo instante por el mismo andén de la estación, pero sin vernos. Puede incluso que se saluden las miradas pero pase de largo... pero sé que hay ahí fuera un alma con un hueco para mis sentires, con unas raíces para mi terruño, con una montaña de luz para mi vacío y oscuro valle... alguien con la misma bruma entre sus árboles, esperando el sol que también albergo... sé que existe la otra pieza de un puzzle de dos, el beso con el que rima el verso de mi esencia.

Alguien sin medianías, sin sumisiones, sin sentimientos mercenarios. Alguien junto a quien seguir aprendiendo el Arte de Vivir.

Sólo dime en qué estación, en qué andén, qué tarde de otoño, bajo qué lluvia amante de ventanas y cristales, con qué primer rayo de sol después del aguacero y antes del ocaso aparecerá tu rostro iluminado de costado, en el andén de la estación, esperando nuestro tren. Sólo dime eso, para sacudirme rencores y angusitas del abrigo, porque no quisiera llegar tarde... ni venir a tu encuentro sin mi sonrisa.

No hay comentarios.: