No es nostalgia sino una sensación extraña de vacío. No como las veces anteriores en las que desocupamos el idílico espacio imaginario de nuestro corazón; esta vez es, en todo sentido, como la primera.
Lo siniestro aniquila lo maravilloso de la historia en común. A ratos es como si su recuerdo fuera un fantasma que jamás habitó este espacio. Un visual que se manifiesta en el estado más eufórico de la realidad.
Y mis más cercanos lo entienden. Ya nadie repite su nombre, los testigos mudos son, callaron para siempre después del nefasto final. Es mucho mejor así: su recuerdo, un rumor, como vaticiné.
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