martes, 26 de diciembre de 2006

Lovely Rita

- Esta es una de esas noches en las que podría contarle mi vida entera, palmo a palmo, a un perfecto desconocido;pero vamos, los perfectos, ni desconocidos existen.

El bartender limpiaba con sabiduría unas copas tras la barra. Con un trapito frotaba detenidamente el cristal hasta que quedaba rechinando de limpio, luego estiraba las manos frente a sus ojos y miraba si ya estaba listo, pero si a caso quedaba una pequeña empañadura volvía a frotar con una lentitud envidiable. Rita le miraba fijamente a las manos, más que agradarle, el tipo la desesperaba cuando se apasionaba con la limpieza, pero esta vez no podía dejar de mirar sus manos. Se imaginaba que esas manos grandes le tocaban los hombros desnudos y la invitaban a bailar pegadito, pero aún era muy temprano para bajas pasiones. Él no era ningún Arturo de Córdoba, lo que tiene es que baila con una elegancia envidiable, además ahí no había más pasiones que la de Tomasito por aquellas relucientes copas. Volvió entonces, Rita, la mirada a su tequila doble.

- El tequila es una bebida para el alma, cuando se toma nada más por placer corporal, te regaña y te hace volver a gatas a casa, pero cuando lo tomas para asentar el alma en el cuerpo, te aconseja con la sabiduría de un anciano. Yo por eso nada más tomo tequila, porque para placeres corporales qué mejor que un tequila que te saque el llanto desde las vísceras, sentir como el sollozo te recorre los brazos, las piernas y te oprime el pecho en cada trago. Yo por eso nada más tomo tequila, para menos no me alcanza.

Hablaba para sí misma, con el ruido parecía que repetía una canción. Tomás terminó con las copas y seguía ahora con la barra. Ha esa hora por lo general hay poca clientela y él nada más atendía a las damas bellas que se sentaban, aunque Rita no es una mujer demasiado Mm.… digamos que es a penas guapa, pero despertaba ternura con su mirada. Llevaba un vestido con flores verdes que le caía bajo las rodillas. Sentada en un banquito alto, colgaba los pies. Dos bellas piernas medio flacas pero antojables de acariciar y unos zapatitos discretos, no muy altos, no muy descubiertos, no muy llamativos, de color negro, se mecían nerviosamente.

Parecía que siempre estaba a la espera de alguien, miraba constantemente el reloj y volteaba hacia todos lados. Alguna vez le escuche decir que en cualquier parte podía estar, aquel, su hombre perfecto, que estaba segura que lo reconocería al mirarle. Miraba y miraba, buscaba pero nunca encontraba eso que le haría saber que el amor de su vida estaba ahí frente a ella.

Le gusta pasar el tequilero por la nariz y cerrar los ojos, aspirar lentamente el olor del tequila hasta impregnarse de su aroma, luego pasa la lengua por la orilla y bebe mansamente sintiendo el clamor en la garganta, disfruta como el calor se apodera de su cuerpo y la hace acurrucar su cabeza en su hombro, se le salen unas lagrimas.

- Tomasito, ¿Usted ha visto aquí alguna vez un tipo con pinta de hombre, pero de esos muy hombres que mandan en su casa y aman sin medida a su mujer?
- He visto varios por aquí, pero usted no les mira porque llegan más noche.
- Eso dice usted porque quiere invitarme a bailar después de que termine su turno y quiere también que me quede. ¿Verdad que eso es lo que quiere?
- Una noche de estas la voy a enseñar a bailar danzón mi Rita.
- ¿Su Rita? Eso me suena ya muy feo Tomasito, mejor déme otro tequila. El sábado vengo a qué me enseñé a bailar danzón.
- Mejor venga el domingo temprano y le enseño otras cosas.
- No sea mandado Tomasito, yo por las buenas le hablo bien pero si usted quiere que me siente en el rincón nomás siga diciéndome barbaridades y verá cómo la próxima vez me mira nomás de lejos.
- Estaba hablando de otro tipo de baile, de twist, una vez me dijo que le gustaba el twist pero que no sabía bailarlo, ¿Recuerda?
- No me este chingando Tomasito, primero me enseña danzón y luego ya vemos.


“El Garito” es un bar tipo salón de baile, amplio, amplísimo; con una pista de baile para unas 20 parejas y de dos plantas. En el centro la pista y frente a ella el lugar de la orquesta, alrededor mesas para dos y para cuatro. Al entrar lo primero que uno mira es un vitral enorme de una mujer desnuda en color, ámbar y rojo, una especie de arte medio rara y exótica, era inevitable mirarle antes que a otra cosa, luego de la entrada estaba la barra, larga limpia, limpísima, una fila de banquitos altos frente a ella, una pared repleta de cuanto vino existe en el mundo y al otro extremo se encontraban los sillones, una especie de salitas separadas por biombos donde los clientes podían hacer su fiesta más en privado pues la iluminación era románticamente escasa. Arriba había dos zonas VIP, que por lo general se manejaba aparte de la planta baja. Un lugar ideal para buscar principes, por eso era, de Rita, el preferido, iba cada que su trabajo se lo permitía a veces sólo pedía un coctel y se sentaba a mirar las parejas bailar, pero otras veces, como hoy por ejemplo, viene con el alma triste, por eso bebe tequila, así puro y sin limón, sólo moja su dedo y se echa sal para después chupar lentamente también al igual que despacio bebe su tequila. Es cómo un ritual de sanacion, aspirar con los ojos cerrados el olor, después pasar la lengua por la boca del tequilero, saborearlo, chupar el dedo con sal, todo esto lentamente, luego sin muecas quedarse mirando fijamente hacia un lugar, absorta, cómo si nada pasara a su alrededor, cómo si estuviera sola en un desierto. Así es Rita, medio rara y exótica.

domingo, 3 de diciembre de 2006