Se va el pensamiento por las veredas de la noche, y sin embargo, en vano amenazan los parpados por caer ante el inevitable juego de palabras que me trae saberte y reconocerte en la multitud como lo único que no sucumbe en mi mente y que no redime palabras -muchas- en mi, entre el calor de un abrazo eterno y las miradas absortas en tu cuerpo esfinge de deseos y solturas. Quererte así, así te quiero. Puro, blasfemo, eternamente mío atónitamente tuya.
Tiempo, sordo cómplice de mis delirios y sadismo por ti, cuanto goza mi alma por encontrarte dentro de un cúmulo de asombros. Porque te veo sonreír, y la sonrisa – tuya – se me va por los ojos y me llega hasta el alma. Porque escucho tu carcajada y mi corazón sonríe junto a una miradita baja de dolor irrevocable. Porque se que eres tu el amigo ideal, el hermano mejor, el hombre noble, el amante imperfecto que me cuida, quiere y de tientas oculta mis miradas secretas. Porque también sacudes mi cabeza de ideas tontas y siempre el consejo llega puntual a mi y suele ser duro y cargado de verdad, de muchos años reconvivencia y amor entre nosotros.
Algunas veces he pensado que todo es demasiado, estamos llenos de excesos, pero no hay hasta ahora alguien que se atreva decírnoslo. Yo ahora tengo que posponer mis sueños para otro tiempo, porque tengo que buscar todas esas posibilidades y situaciones que me unen a ti, otras nuevas a la lista, muchas más por venir a robarme el sueño que no me importa perder, porque pensarte es igual que soñarte, y hacer con cada día hojas de miles de palabras que rimen con tu nombre, aunque no compartan similitud aparente, pero para mi todas las palabras llevan el ritmo de tu nombre y la cadencia suave de tus ecos.
lunes, 10 de octubre de 2005
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