Iban caminando por la plazuela, alrededor del jardín. No eran más de las nueve y sin embargo ya no habia gente. las calles se veían oscuras apesar del alumbrado, y los edificios, antiguos y bien cuidados, se recortaban contra la noche como casas de juguete forradas con papel de china. San Ángel parecía barrio de muñecas. En el jardín, los senderos se perdían misteriosamente entre árboles altos e inquietos, pesados de oscuridad. Fantasmas invisibles se tomaban de las manos en las bancas desiertas. No llegaban hasya ahí los ruidos de la ciudad. El silencio y la tristeza gravitaban.
Gregorio iba tarareando cualquier canción, ensimismado, mientras julia biscaba un teléfono público.
- Yo también he soñado contigo.
La expresión de Julia se habia vuelto sombría y al mismo tiempo luminosa, como si una alegría hondamente interior se hubiera removido. Después - apenas unos instantes después- hizo sentir a Gregorio que escuchar esa declaración la había exitado. Un frío de maldad se desprendió de su espalda y pasó por sus hombros para luego ir a erizar la piel de sus pechos. Sus pezones se estemecieron debajo de la ropa.
- ¿De verdad? ¿Qué has soñado?
Hizo una llamada a su casa, al parecer para avisar que llegaría tarde, y luego le pidió a Gregorio que se sentaran en una banca. Hacía frío.
-¿Qué has soñado?
El viento traía perfumes de flores que ya no crecían en este jardín, tonadas de canciones que hacía mucho tiempo dejaron de oírse. Un gato morisco pasó corriendo, cruzó la calle empedrada y se metió en algún lado como si hubiera atravesado las paredes.
- Soñaba esto: esta escena contigo, Julia; la plaza...
-¿Dónde estamos?
-En la plaza donde fueron ejecutados los soldados irlandeses del Batallón de San Patricio.
-Aquí están todavía
-¿Qué dices?
-Se siente su presencia, su olor... ¿Llevaban algo blanco?
-Tenían una insignia blanca en los escudos de Irlanda y México.
-Tengo miedo- dijo julia de repente. sus ojos brillaron casi rojos, como los del gato que acababa de perderse en alguna casa.
-¿De qué?
-No sé tengo miedo a veces. siento que me salgo del tiempo que me voy a otra época donde alguien que no soy yo está viviendo lo que yo vivo.
Se abrazó a él un instante, en un arrebato, y luego, de manera más intempestiva, se puso de pie.
-Hablame de otra cosa. Cuéntame algo.
Sus manos se sentían húmedas y drías. Mientras caminaban, Gregorio se puso a platicrle de su vida pasada, de uando estudiaba economía en la UNAM, de cómo eran ls cosas en esa época. Era quince años mayor que ella: tenían pocos puntos de referencia en común.
-Sobre avenida Universidad había varios cafés ahí nos encontrabamos. Nadie que tuviera conciencia política iba a las cademas de restaurantes.
Julia podía verlo porque de niña conoció algunos jóvenes así: un hermano de su madre, el novio de una de sus primas. Vivían en departamentos tapizados con carteles políticos y se sentaban en el suelo, en cojines grandes de lana de colores, llevaban sus libros en morrales de cuero y fumaban cigarrillos sin filtro.
-Cuando se acabó el comunismo, sentí que n quedaba ninguna esperanza. La acción colectiva ya no tenía objetivos y la individualidad era imposible, quimérica.
Gregorio guardó silencio, se hundió en una repentina pesadumbre. Un día decidió cerrar los ojos y olvidar todo. Cuando volvió a abrirlos, muchas cosas habían cambiado. sus compañeros que iban a purgar condenas de muchos años andaban otra vez libres, incansables. Él no pudo seguirlos ya: se sentía avergonzado. Prefirió mirarlos desde lejos. El aire nocturno, en su quietud, comenzó a silbar con el sonido de un sable arrancado de su vaina.
-Una vez hara unos veinte años, tuve un sueño- cambió él, de pronto, la conversación-. iba a una oficina del municipio por algo que tenia que ver con mi acta de nacimiento. Había aparecido un error en la escritura de mi nombr. Yo ya no era yo. En la fila había una mujer muy bella, tenía en la cara y el cuerpo los arañazos de la vida, su historia se po´día leer en su mirada. Y yo sentí que le había gustado igual que ella a mí. Un niño de unos cuatro años jugaba entre sus piernas y comprendí que era su hijo. Su cuerpo era el de una mujer que ha dado a luz y ha nutrido. Estaba apunto de hablarle cuando el hombre de la ventanilla me llamó. Discutí con él unos minutos y, cuando me volví, la mujer había desaparecido. Sentí una gran angustia como si todo hubiera quedado a oscuras. Entoncés desperté. Ese sueño no me inquietó más: lo olvide entre cientos de otros sueños. Durante años. Un día pedí una modelo para mi clase y apareciste tú. Algo se sacudió en el aire que me unía al mundo. Empecé a quererte de una manera misteriosa e invencible. Entendí que tu erasla mujer que había soñado, sólo que diez años mas joven. Entonces vamos a sufrir mucho, pensé con absoluta certeza.
.... fragmento de "TAN OSCURA" de Agustín Cadena.
la nena no escribe ya... se apoya en ls palabras de otros para describir un sentimiento que sus dedos no quieren plasmar, esa negatividad a externar lo que nos pudre...
... pero anoche te soñe, y te soñe enfermo como la vez anterior, solo recuerdo eso, tu enfermo y yo llorando... estoy destinada a ser una martir por el resto de mis días.
..:: chaito::..
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